Escribo este blog porque he visto de primera mano como muchas decisiones públicas que parecen técnicas o neutras no lo son. Porque detrás de cada indicador, cada línea de presupuesto o cada objetivo de política, hay consecuencias reales: personas que reciben o dejan de recibir atención, niños cuyo futuro es potenciado o truncado, centros de salud con o sin capacidad, programas que logran o dejan de lograr cambios reales.
He visto cómo se aprueban planes sin entender el problema, cómo se priorizan intervenciones sin escuchar a quienes están en el territorio, cómo se repiten fórmulas que ya fracasaron, o cómo se deja de innovar en el momento que más se necesita. Lo más grave es que todo eso suele pasar sin generar debate. Se normaliza. Se asume que “es ahora que debemos hacer lo que ya sabemos hacer”. Y no debería ser así.
Insanidad Pública es mi pequeña trinchera para tratar de romper con esa normalidad. Escribo para intentar entender mejor, pero también para incomodar. Para preguntar lo que muchas veces no se dice en voz alta. Para poner en evidencia lo que se esconde detrás del lenguaje técnico.
Este no es un espacio para vender soluciones ni para acumular citas académicas. Es un lugar para diseccionar lo público con claridad y sin adornos. Habrá datos, sí, pero también opinión. Habrá experiencia, pero también duda. Porque lo que está en juego no es abstracto: son servicios que no llegan, derechos que no se garantizan y vidas que podrían ser distintas si decidiéramos mejor.
Si algo de esto te hace ruido, este espacio también es para ti.